ANÁLISIS
MÓNICA G. PRIETO / Beirut, online Especial para EL MUNDO
Ni armas ni provocadores
Israel esgrime argumentos pero no enseña pruebas que justifiquen la acción del lunes. Acusa a los activistas de haberles provocado, de haber atacado a sus comandos de élite, de haberles forzado a disparar y responsabiliza de las muertes a los organizadores de la flotilla por entrar en lo que tachan de zona militar.
La experiencia de este periódico a bordo de una de las expediciones de Free Gaza, en enero de 2009, contradice esas excusas. Los pasajeros del Espíritu de la Humanidad -el barco fletado entonces- fuimos sometidos a innumerables reuniones para unificar conductas en caso de ser interceptados, abordados, detenidos o atacados.
La máxima era siempre la misma: en caso de confrontación, mantener un perfil bajo y no provocar a las tropas israelíes para minimizar problemas. También se instaba a los participantes a que, en caso de ser abordados, examinaran a los soldados para vigilar que no introdujeran armas o explosivos con los que pudieran desacreditar la misión.
Entonces, entre los pasajeros había médicos, sanitarios y periodistas: ninguno con vocación de alborotador. En esta ocasión, se ha primado la presencia de personajes simbólicos, desde diputados hasta escritores y cooperantes, incluyendo una parlamentaria israelí, una superviviente del Holocausto y un enviado del Vaticano.
Los provocadores no convienen a una organización examinada con lupa por sus actividades. Tel Aviv afirma que los pasajeros habían «preparado un linchamiento», pero entre los pasajeros hay gente tan poco sospechosa de apoyar comportamientos violentos como los norteamericanos Hedy Eipstein, superviviente de la Shoah de 86 años, Katherine Elliott Sheetz, enfermera de 63 y David Schermerhorn, productor de 80; la irlandesa Mairead Maguire, Premio Nobel de 66 o el profesor alemán Norman Paech, de 72 y miembro del Bundestag.
Otra de las justificaciones es que había armas a bordo. Se puede descartar que la flotilla viajara con ellas, dado que las autoridades portuarias de cada país (Gran Bretaña, Grecia, Turquía) de donde zarparon tienen la obligación de revisar y listar la carga de los barcos para evitar contrabando. El comunicado enviado por las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF) afirma que «a bordo de la flotilla […] las fuerzas israelíes detuvieron a dos violentos activistas con pistolas. Los violentos activistas arrebataron esas pistolas a miembros del IDF y aparentemente abrieron fuego contra los soldados, como demuestra que los cargadores estuviesen vacíos». Tel Aviv no cuenta con la posibilidad de que se hicieran con esas pistolas -en caso de ser cierta esta acusación- tras ser disparados con ellas.
Israel también afirma que la flotilla estaba en una zona militar cerrada, pero fue interceptada a 68 kilómetros de la costa de Gaza y en aguas internacionales, lejos de las 20 millas marítimas de zona militar decretada unilateralmente por Israel. Tel Aviv asegura que las ONG que convocaban la flotilla tienen vínculos con organizaciones terroristas como Al Qaeda, Hamas, Yihad Islámica o Hizbula. Interrogado por Al Yazira, el portavoz del Gobierno israelí, Marc Reguev, afirmaba que «cualquiera que se haya hecho fotos con dirigentes de Hamas o de cualquier grupo armado puede ser considerado colaborador». Si es así, no sólo los pacifistas pueden ser acusados: también responsables como Miguel Ángel Moratinos, Javier Solana, el ex presidente norteamericano Jimmy Carter o cualquier otro dirigente que se haya entrevistado con islamistas para negociar.